Ya se lo dije... ¡Yo no estoy en el menú! | CSM | Kobeni Higashiyama x Lector - BajoZero (2024)

"¡Hoy será un día diferente!"

Esas palabras fueron las palabras que se repitió una y otra vez en forma de mantra frente al espejo después de despertar. Y, sin embargo, ahí estaba de nuevo, en el mismo trabajo de todos los días; junto al fuerte olor a papas fritas saladas y grasa de hamburguesas de siempre picoteándole la nariz, y para colmo, usaba el mismo uniforme con las mismas gotas de aceite manchadas en el delantal.

Apenas había iniciado la jornada laboral y el calor de las parrillas la estaba sofocando. Tenía muchos problemas de los cuales preocuparse como para añadir camisa sudada a la lista por debajo de: "Evitar hacer enojar al gerente" y "En caso de que alguien pregunté, es Kétchup".

Al momento en el que volteó el cartel de la entrada principal de "cerrado" a "abierto", notó a todas las personas que caminaban por la acera, yendo y viniendo de un lado a otro. Fue entonces cuando se retractó de las palabras que se había dicho al despertar, a lo mejor, que fuera un día común y corriente como era costumbre no estaba tan mal, al menos así no tendría que lidiar con la presión de una multitud furiosa porque el restaurante de comida rápida no cumplió con la parte de "ser rápida" o con los gritos del gerente durante 30 minutos por haberse tropezado derramando la comida en la cabeza de un niño. Así es, tal vez un día común y corriente no sería tan malo.

Que equivocada que estaba.

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—D-Disculpe señor, p-pero ehmm... ya le dije que aquí no damos McMamadas —dijo incómoda por sexta vez en la semana—. P-por favor deje de insistir y elija eehh... una h-hamburguesa del menú —le ofreció al adolescente frente a ella.

El cliente levantó la ceja extrañado e insatisfecho por la respuesta de la joven.

—¡¿Disculpa?! ¡¿Qué acaso este no es un McWonald's?!

—S-Sí... señor.

—¡Estoy pagando por comer aquí, así que puedo pedir lo que quiera, ¿o no?! —El chico se adelantó a la respuesta de la pobre trabajadora, añadiendo—. ¿Y sabes lo que quiero? ¡Yo lo que quiero es una pinche McMamada! —exigió, golpeando el mostrador con los puños.

—P-pero señor, y-ya le dije que--

Un ruido metálico detrás de ella interrumpió la conversación.

—¡¿Otra vez tú?! —Acusó enojada la voz femenina que acababa de entrar por la puerta de la cocina.

—Genial... —se escuchó salir en forma de susurro de los labios del joven.

La chica corrió junto a ellos y rápidamente sacó una botella de spray de debajo del mostrador.

—¡Shu, Shu, Fuera! —dijo, rociándolo con agua tratando de espantarlo.

El cliente se sobresaltó por la sorpresa y salió corriendo a la puerta de salida.

—Esperemos que de esa forma se le quite lo cachondo —bufó la joven, arrastrando los dedos por su cabellera negra..

—G-gracias —le agradeció la victima del acoso por lo bajo—. S-Siento causarte tantos problemas tan seguido,Mitaka.

La joven llamadaAsaMitakale mostró una sonrisa compasiva.

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—No te preocupes, Beni —dijo tratando de tranquilizarla—. Es la sexta vez esta semana, deberías dejar de intentar tomarle el pedido a ese sujeto cada vez que viene —opinó.

Antes de que siquiera pudiera abrir la boca para responder; un par de gritos provenientes del gerente del establecimiento se hicieron escuchar por todo el restaurante.

—¡Mitaka,Higashiyama! ¡¿Por qué ese cliente salió corriendo?! —les preguntó el encargado con el entrecejo fruncido.

—Es ese rarito de nuevo, otra vez intentó acosar aKobeni—explicó Asa.

—¡¿Qué les dije acerca de esta situación?! —Pisoteó impaciente—. ¡Acabó de perder una posible fuente de dinero por su culpa!—dijo, señalándolas de forma acusatoria.

—¿Acaso no escuchó? ¡Dije que acosó a Kobeni!—le repitió con el ceño fruncido.

—¿Y qué? Deben brindarle el servicio a cualquier persona que atraviese esa puerta, y si se tienen que dejar acosar con tal de no perder clientes. ¡Háganlo!—declaró enfadado.

—¡¿Está bromeando?! ¿Sabe cuantos derechos humanos acaba de romper con lo que dijo?—le preguntó la joven Mitaka.

—No lo entienden chicas, el secreto de un buen restaurante de comida rápida está en el servicio. El dinero-- digo el cliente, siempre tiene la razón. Recuerden eso, y tendrán tanto éxito como yo algún día... —El gerente bufó frustrado, se dio la vuelta y se retiró hacia su oficina.

—Enfermo. —Asa dejó que sus palabras se perdieran en el aire y se preparó para volver al trabajo, no sin antes tratar de animar a Kobeni—. No le hagas caso, la demencia lo está volviendo senil. Sí alguien se atreve a tocarte, tú golpéalos en la entrepierna—expresó asqueada del comportamiento tan primitivo de algunas personas.

—¿P-pero y si me despide?!, e-esta es mi única entrada de dinero... y todavía no me pagó el aguinaldo... —dijo deprimida.

—No te preocupes por eso —declaró con calma—. Nadie quiere trabajar en este lugar de mierda; sin higiene, mal pagado y sobre todo explotador. Él no va a despedirte por nada en el mundo. Claro, siempre y cuando no robes ni un centavo de la caja registradora o algo parecido que le haga perder dinero —explicó Asa, quien era la veterana entre los empleados del establecimiento.

—E-Entiendo, l-lo intentaré —dijo, forzando una sonrisa.

—Ya sabes, cualquier problema que necesites aquí estoy para ayudarte. —Asa le guiñó un ojo y volvió a su puesto para atender del autoservicio.

Un enorme escalofrío atravesó a Kobeni al sentirse observada. Con los nervios de punta, buscó los ojos que la perseguían hasta que encontró al culpable en el borde de la ventana; era la misma persona que la estuvo acosando las últimas dos semanas. Ni siquiera sabía su nombre o su edad, pero asumía que por su apariencia debía de estar terminando la secundaria. Tampoco entendía porque estaba tan obsesionado con ella a tal punto de aparecer siempre a primera hora.

Al ver la mirada en sí, el joven se sobresaltó al ser descubierto y salió corriendo huyendo de ahí.

«Que chico tan raro», pensó Kobeni.

Antes de que siquiera entrara algún cliente para que pudiera tomarle el pedido, uno de sus tantos compañeros se acercó a ella y le recordó que le tocaba limpiar los baños. Ella asintió, y con la cabeza gacha, dejó el mostrador. Luego de una breve visita al depósito de limpieza, se colocó los guantes y con una cubeta en la mano se dirigió a completar su tarea.

Odiaba limpiar los baños, sobre todo desde que encontró un preservativo usado en uno de los cubículos femeninos. ¿A quién se le ocurrió poner un dispensador de condones en el baño de una cadena de comida infantil? Las preguntas la asaltaron al ver la máquina de distribución en la pared del cuarto. No hace falta dar detalles de las otras razones del porque odiaba limpiar los baños... pero todo se resumen en: La gente da asco cuando usa algo que no es suyo.

(...)

Luego de muchas horas de esfuerzo, el baño quedó impecable, cualquiera que entrará creería al instante que lo renovaron, pero no, todo era gracias al sudor y sangre de una mujer desesperada por conservar su trabajo para llegar a fin de mes sin ningún tipo de deuda.

Kobeni se enorgulleció de sus esfuerzos, se lavó las manos y procedió a guardar todas las cosas en el armario de la limpieza. Cerró los ojos unos segundos y se relajó preparando su corazón con valentía para volver a la aterradora tarea de atender a los clientes, pero toda muestra de valor y coraje que consiguió, desapareció en un instante cuando otro de sus compañeros —esta vez una mujer— le informó que también era su turno para limpiar los pisos del restaurante, debido a que a la empleada que le correspondía acababa de ser despedida después de pedir la licencia de maternidad.

—P-pero, yo no seguía después de ella —le aclaró Kobeni.

—Lo sé, pero luego de hablarlo con los demás, decidimos que eras la mejor opción para reemplazarla —le explicó.

Kobeni no estaba enterada de nada.

—P-Pero acabo de limpiar los baños.

—¡Eso es fantástico! —exclamó la mujer—. Ahora ni siquiera hace falta que te cambies para hacer el trabajo —dijo sonriendo muy amistosa.

—E-Esta bien... —Fingió una sonrisa y volvió a agarrar las cosas del armario.

Dos pisos, dos malditos pisos tuvo que limpiar, y para colmo, no una, no dos, ¡sino que tres veces!

Cuando terminó de limpiar el segundo piso y finalizó el trabajo, Kobeni bajó las escaleras para guardar todas las herramientas de limpieza, tan solo para encontrarse con que el primer piso se había ensuciado de nuevo por culpa de un niño que, tras enojarse con su madre, tiró la mesa en un berrinche e hizo que todo el contenido de las bebidas se esparcieran por el suelo.

Kobeni solo pudo suspirar y volvió a la limpieza una vez más. Al finalizar, se secó el sudor que le recorría la frente con el dorsal de la mano. El mismo compañero que le recordó lo de los baños, bajó por las escaleras y se acercó a ella entre carcajadas, informándole que un par de "influencers" de poca monta que hacían un reto de comer 50 hamburguesas en media hora acababan de vomitar en el segundo piso a la mitad del desafío.

El camarada de Kobeni se reía mientras contaba con sumo detalle la situación; fue tan explícito que a la pobre chica le dieron ganas de vomitar pese a la experiencia vivida con Himeno y Denji, un par de excompañeros que tuvo en uno de sus anteriores trabajos.

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Su colega finalizó la historia con el clásico: "No tienes idea de lo que te perdiste", mientras se limpiaba las lágrimas de risa. Cuando notó que Kobeni traía la cubeta en las manos, se aprovechó y le dijo que para ahorrar algo de tiempo se encargara de baldear ya que estaba preparada.

Sin tener la oportunidad de declinar debido a que él desapareció de su vista apenas terminó de hablar, a Kobeni no le quedó otra opción más que subir de nuevo y seguir la orden de alguien que ni siquiera era su superior.

...

Al fin pensó que se había librado de todo, pero al bajar una vez más, se encontró con un nuevo problema. Un montón de bandejas llenas de comida se encontraban esparcidas en el suelo junto a tres empleados. A Kobeni le tomó unos segundos comprender la situación, y una vez lo hizo las manos comenzaron a sudarle. Ella se limpió la frente con la manga del uniforme mientras se ganaba las miradas molestas de sus colegas, después de todo, el accidente ocurrido había sido su culpa.

La noticia sobre el desastre del segundo piso la tomó tan por sorpresa, que al salir corriendo se olvidó dejar el cartel con la advertencia de: "cuidado, piso mojado", para evitar que sucediera algo así. Kobeni se disculpó una y otra vez en lo que secaba el suelo, siendo esta la tercera ocasión en la que limpiaba el primer piso.

...

Kobeni se sentía aterrada ante la posibilidad de que alguno de sus compañeros apareciera diciéndole que habían ensuciado la segunda planta de nuevo. Su cuerpo se tensó por completo en el momento en el que uno de ellos bajó de nuevo y fue hacia ella, pero antes de que pudiera dirigirle la palabra, Asa habló desde su espalda.

—¿Kobeni? ¿Por qué estás limpiando? Se supone que a ti te corresponde la semana que viene —explicó con un cierto tono de confusión.

—E-Es que el jefe acaba de despedir a la que le tocaba —dijo tímida.

—Créeme, lo sé —comentó fastidiada de haber presenciado esa angustiante escena—, pero, de todas formas, no eras la siguiente en la lista —le aseguró.

Luego de que Kobeni le explicara la situación. Asa se agarró el entrecejo con cansancio.

—Beni, tómate un descanso —le ordenó comprensiva tras respirar hondo.

—¿Q-Qué? P-pero aun no es mi...

—No importa, ve a descansar un rato en lo que hablo con ellos pacíficamente —dijo con una sonrisa que ocultaba un profundo descontento.

—¿Y si el jefe me ve?—le preguntó alarmada.

—Dile que la idea fue mía —explicó, sacándole la cubeta y el trapeador de las manos.

—¿No te meteré en problemas?

—No te preocupes por eso—dijo con el pulgar arriba.

—G-Gracias —le agradeció Kobeni y se dirigió al cuarto de descanso al fondo de la cocina. Antes de entrar se despidió de ella una vez más—. L-Lo siento si soy una carga —dijo con una reverencia y fue a relajarse dentro de la habitación.

Cuando la puerta se cerró detrás de Kobeni, los ojos de Asa se movieron por todo el vestíbulo enfocados en el piso reluciente recién pulido y encerado.

—No eres ninguna carga. Beni... — Asa suspiró al aire.

En cuanto la chica de cabello se giró hacia los demás escla--digo empleados, el temple calmado y pacífico de Asa desapareció por completo y cambió a uno oscuro y sombrío.

—¿Quién de ustedes,imbéciles,fue el que planeó todo? —les preguntó de forma violenta, aprovechando que no había ningún cliente cerca de ellos—. Fuiste tú, ¿cierto? —acusó, señalando a la sospechosa que parecía estar más nerviosa que los demás.

—N-No —titubeó, moviendo los ojos de un lado a otro para evitar cruzar miradas con su superior.

En menos de un segundo, Asa ya estaba parada frente a ella.

—Prepárate porque esta semana trabajaras gratis y sin paga —le explicó con los ojos muertos—. Ah, y toma. —Le extendió los instrumentos de limpieza—. Te toca limpiar los pisos, empezando por este.—declaró..

La empleada tragó saliva y dio un vistazo a su alrededor, sintiendo un gran alivió al notar que todo se encontraba en perfecto estado.

—P-Pero yo lo veo muy limpió —contestó amablemente, ocultando el rastro de odio interno hacía Asa a la perfección.

Para su mala fortuna, los clientes estaban demasiado distraídos con la comida como para prestarles atención, lo que le dio a Asa libre albedrío para hacer una maldad sin tener ninguna clase de consecuencia absoluta.

Sin dudarlo ni un segundo, la joven de cabello azabache agarró las gaseosas abiertas de una de las mesas vacías y las derramó por todo el piso.

—¿En serio...? —preguntó con una voz inocente—. Tal vez deberías ir a que te revisen los ojos después del trabajo, porque yo lo veo muy sucio —dijo con una falsa sonrisa que desapareció rápidamente. La mirada de Asa se llenó de autoridad—. Ahora ponte a limpiar —le ordenó fríamente y con firmeza.

La empleada asintió varias veces de forma sumisa y bajó la cabeza para ponerse a trabajar sin rechistar. Solo fue capaz de distinguir la sombra de Asa cuando se alejó de ella. Mientras limpiaba el suelo, ahora cubierto de jarabe azucarado, una duda le rondó por la cabeza, «Esa mocosa, ¿siempre tuvo esa fea cicatriz en el rostro?».

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Lo que para otros seria una bendición, para Kobeni significaba un infortunio. El hecho de tener un descanso si bien significaba un breve momento de relajación, la experiencia traumática de explotación continua de su familia le desarrolló el síndrome de la vida ocupada, lo que significaba que el hecho de estar quieta sin hacer nada le daba ansiedad y se sentía una inútil.

Se esforzó en intentar cerrar los ojos y simplemente descansar la cabeza en sus brazos encima de la mesa hasta que sea requerida de nuevo en el trabajo, pero la autoexigencia de su propia mente le jugó en contra. Con cansancio y estrés, Kobeni decidió que se tomaría un descanso de estar frente al público más no de trabajar. Se levantó de la silla —que tan dura como el concreto— y se puso manos a la obra.

Luego de una hora, Asa entró para notificarle que necesitaba volver al trabajo para no alertar al jefe. La quijada casi se le sale de lugar cuando vio que todo dentro estaba más que reluciente; el piso, los estantes, las mesas, las sillas, los casilleros que contenían las pertenencias de los trabajadores, la máquina de café, el dispensador de bebidas, e incluso hasta se tomó la molestia de cambiarle el agua a las plantas del interior, aunque pese a su buena voluntad, algunas plantas parecían estar ahogándose —pendejas no duran nada—. Tras ayudar a su tímida amiga en proveer lo justo y necesario para que las plantas vivieran, a Asa no le quedó de otra más que dejar a Kobeni otro tiempo libre más al verla durmiendo, después de tanto al fin había podido conciliar el sueño, Mitaka ya encontraría una excusa perfecta para el gerente.

(...)

Una hora después, Kobeni volvió al trabajo, esta vez no tuvo ningún problema con el acosador, cualquier rastro de él desapareció de la escena por completo, lo que la extrañó bastante, aún así, siguió trabajando.

Cuando la jornada laboral terminó, la desafortunada chica recogió sus cosas dentro de los casilleros en la sala de descanso muy avergonzada, y con la cabeza baja por las miradas molestas de sus compañeros fue a cambiarse el uniforme en el baño exclusivo para empleados. Al desprenderse de la desagradable vestimenta del trabajo, Kobeni se vistió con el mismo atuendo con el que llegó, que contaba con un vestido con tirantes de color azul oscuro por encima de una blusa blanca, y por último, pero no menos importantes, la boina con pompón que hacia juego con su ropa.

Una vez terminó de cambiarse, salió del baño para irse a su hogar, no sin antes, despedirse de la única persona a la que podía llamar amiga dentro del cruel y competitivo mundo de la explotación laboral.

—M-Muchas gracias por todo, Mitaka... —dijo con una leve reverencia.

Su amiga no pudo evitar sonreír.

—Vamos, Beni, ya terminamos de trabajar, no tienes por qué ser tan formal conmigo —habló, colocándole la mano en el hombro.

—E-Esta bien, A-Asa —contestó con un breve sonrojo en las mejillas—. Nos vemos mañana.

—Nos vemos mañana —compartió con una sonrisa mientras Kobeni se dirigía a la salida—. Ten cuidado en el camino a casa, cualquier cosa extraña que veas no dudes en llamarme.

—L-Lo haré —le aseguró desde la entrada—. Hasta luego. —Se despidió y cerró la puerta, saludándose con la mano en alto antes de ponerse en marcha.

El camino de vuelta a casa fue bastante tranquilo, salvo porque en un momento durante la caminata comenzó a sentirse observada, pero sin importar donde mirara no podía encontrar la fuente de esa incomodidad. Tras caminar 20 minutos casi que sin parar, se adentró en el vecindario. Los edificios estaban en muy mal estado y hasta algunos pedían a gritos ser renovados. Kobeni siguió hasta atravesar un pasaje que era tan angosto que solo cabía una persona a la vez. Al llegar al final donde la anchura del pasadizo se agrandó, ella cruzó la calle y subió por las escaleras al costado de un viejo edificio que se encontraba un estado deplorable hasta que llegó al 2do piso.

Sacó las llaves de su bolso y se acercó a la puerta para poder acceder al domicilio. Justo en el momento en que giró la perilla, sintió un movimiento detrás de ella. La piel se le erizó como gallina, y con el corazón latiéndole a mil, se dio la vuelta preparada para cualquier cosa que pudiera suceder. Sus pulmones no tardaron en tranquilizarse, volviendo a funcionar con normalidad en cuanto distinguió los ojos bicolores del culpable.

—Meow —maulló el gato negro encima de la baranda.

—Oh, dios, p-por poco me das un infarto... menos mal... —Suspiró aliviada.

—¡Meow! —contestó el gato de ojos heterocromáticos, y saltó a los brazos de su dueña.

El gato se acercó a su hombro pidiendo mimos, lo que Kobeni correspondió acariciándole la cabeza con la mejilla mientras escuchaba los pequeños ronroneos que se escapaban de él.

—Yo también te extrañé,Yuki—dijo en un tono amoroso—. Vamos adentro, apuesto a que tienes hambre —señaló sosteniendo al felino entre sus brazos.

—¡¡¡Meow!!! —volvió a maullar, pero esta vez con más emoción como si comprendiera las palabras de Kobeni.

El departamento era bastante diminuto, siendo de una sola habitación con una escalera en el medio que daba hacia la cama, pero era lo suficiente espaciosa para que Kobeni pudiera vivir tranquila, de todas formas, tampoco es como si se hubiera ido de casa con muchas cosas, apenas pudo guardar un par de pertenencias antes de escapar de ese infierno.

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Lamentablemente para ella, aunque la dimensión estuviera bien, el departamento era de los que necesitaba una renovación lo antes posible.

—Ay, maldición, ¿otra vez? —se preguntó derrotada cuándo un liquido le salpicó encima de la cabeza.

Ella dejó al gato en el suelo y entró al baño, un triste baño para una sola persona, pero al menos debía agradecer que hubiera espacio suficiente para todas las comodidades en cuanto a aseo, era una ducha pequeña, sí, pero cumplía su función al igual que la tina, el inodoro y el lavatorio.

Kobeni tomó un balde vacío a un lado del váter y lo llevó debajo de la entrada para que la gotera del techo cayera dentro de él. Luego, con el trapeador del baño se encargó de fregar el suelo mojado. A todo esto, el minino estuvo yendo y viniendo detrás de ella, acompañándola en sus idas y vueltas tan solitarias.

Ignorando la humedad de las paredes, la joven de cabello azabache se dirigió a la heladera bajita junto a la cocina. Estaba casi vacía salvo por uno que otro ingrediente que no serviría de mucho si no había con que acompañarlo. Suspiró rendida y abrió la alacena para tomar otra sopa instantánea, la cuarta de esta semana.

Kobeni era mala administrando los gastos, nunca tuvo que preocuparse por eso antes, ya que era muy común que cualquier dinero que ganara fuera destinada a sus hermanos por parte de sus padres. Es por eso que desde que había empezado a vivir para ella sola, una gran parte del dinero que conseguía se lo guardaba en casos de emergencias dentro de una alcancía.

No recordaba cual había sido la última vez que comió comida "gurmet", o al menos, algo distinto que no fuera comida instantánea o las hamburguesas y papas que Asa preparaba a veces sin que el jefe se diera cuenta para dárselo al final del día. Kobeni siempre agradeció profundamente cada pequeña ayuda que Mitaka le brindaba.

—Supongo que comeré ramen otra vez... —Se rio para no llorar.

—¿Miau? —Yuki ladeó la cabeza hacia un lado.

—Tranquilo, para ti aún hay varias latas de atún. —Kobeni podía olvidarse de su alimentación, pero nunca la del gato.

—¡Miau!

Con una sonrisa entre sus agrietados labios, acarició al gato, se lavó las manos y preparó la comida de ambos. Al no haber espacio suficiente para una mesa, Kobeni tenía que comer de pie. Abrió el atún con un abre latas y dejó el contenido en el tarro junto a la heladera antes de comenzar a comer su propia cena.

Una vez ambos quedaron satisfechos, era hora de bañarse, después de todo, trabajar tanto la había hecho sudar. Cerrando la puerta para que el frio de la ventana rota no llegara hasta ella, se desvistió hasta las horquillas y dejó la ropa doblada encima del váter. Sentada frente a la ducha, se lavó el cuerpo, la cabeza y se metió en la tina.

El agua era tan cálida, se sintió con suerte al haber encontrado un pequeño departamento en mal estado pero que contara agua caliente. Dentro de todo lo malo, había cosas buenas. Kobeni se relajó cerrando los ojos, pensando en lo mucho que deseaba poder alejarse de todo, de los problemas, del trabajo, de la soledad. Con el pasar de los minutos, su pecho se fue ralentizando, estuvo a punto de entrar en un sueño hasta que escuchó un triste aullido detrás de la puerta.

—Miau...

—Y-Ya voy —Se levantó, y salió torpemente del agua. Se resbaló con el piso. Por suerte, logró sostenerse en el lavado.

Envuelta en una toalla, intentó secarse lo más rápido posible antes de abrir la puerta y sentir como su piel se erizaba por el frio de la habitación. Cuando su dueña salió del baño, el gato negro se acercó a sus piernas y ronroneó felizmente mientras la acariciaba con el pelaje de su cuerpo.

Kobeni se agachó para darle mimitos, realmente adoraba a ese minino. Luego de darle un poco de amor, volvió a levantarse sin darse cuenta de que no se había atado la toalla correctamente, por lo que está se desprendió de su cuerpo y cayó encima del pobre Yuki.

—L-Lo siento —se disculpó tomando la toalla de nuevo.

Ella quedó congelada al ver su reflejo a través del espejo del baño, dejó la toalla a un lado y se paró frente al cristal observándose de arriba abajo con inseguridad. Cruzó los brazos debajo de sus senos y los acunó haciéndolos rebotar varias veces, no estaba conforme con el tamaño pese a ser copa-C. Fue imposible para ella no suspirar de decepción al recordar que años atrás estaba segura de que crecerían de tamaño cuando creciera. No ocurrió.

Mientras seguía jugando con sus pechos. Algo llamó su atención. Impresionada, se acercó al instante hacia el espejo para asegurarse de que no estuviera viendo borroso. Colocándose de perfil, confirmó sus sospechas.

—No puede ser... subí de peso —se dijo a si misma deprimida sosteniéndose la grasita del estómago. Sus piernas flaquearon y Kobeni terminó en el suelo.

El alimentarse mal y la falta de ejercicio le pasó factura a su cuerpo, el cual alguna vez estuvo muy en forma y desarrollado debido a su antiguo trabajo como Devil Hunter. Sin duda la vida que estaba llevando no era sana, pero no es como si tuviera de muchas opciones.

Cacheteándose las mejillas para despejarse, se levantó del suelo y volvió a mirarse, esta vez en la zona más baja de su cuerpo. El vello apenas había crecido, después de todo se encargaba de mantenerlo recortado cada semana. Un pensamiento pesimista recorrió su mente al dar el último vistazo al espejo con inseguridad. Ella se volvió a poner la toalla cabizbaja. La autoestima de Kobeni en cuanto a su cuerpo era bastante mala.

Una vez se vistió con el pijama, colgó la toalla frente a la ventana que daría al sol cuando amaneciera para que se secara y subió las escaleras con el gato en la mano. Arriba solo había un futón y una televisión plana junto a un DVD encima del mueble de corta altura casi que al mismo nivel de la cama. Kobeni se acostó en el futón y Yuki se acurrucó a un lado de ella. Con los parpados cansados, agarró el control junto a las cobijas y encendió la tele. En ese momento, cualquier rastro de agotamiento desapareció al instante

¡Ah~!

Un gemido saliente de la pantalla despabiló a Kobeni por completo y un fuerte rubor le cubrió las mejillas.

—¡¿Q-Q-Qué?! —exclamó titubeando mientras observaba la película con suma confusión.

El día anterior Kobeni había llegado tan exhausta del trabajo que se quedó dormida apenas su cuerpo tocó la cama, lo que quería decir que lo que había estado viendo el fin de semana se quedó pausado por dos días.

Las manos le temblaron tanto que casi tira el control al suelo sin quererlo. Teniendo dificultades para agarrarlo en el aire, se preparó para apagar la pantalla, pero cualquier acción en su cabeza se detuvo al observar la escena frente a ella.

Estas estresada ¿cierto mi amor?—preguntó el hombre en el video mientras se encontraba dedeando el interior de la mujer

S-Sí, bebé~—contestó agitada.

Entonces déjame desestresarte—Él unió sus labios en un cálido beso.

Kobeni no podía sacar los ojos de la pantalla hipnotizada por el video. Toda la situación tan empalagosa entre los dos actores comenzaba a calentarla. Si alguien le preguntara si había un género de p*rnografía que a ella le gustara, sin duda alguna contestaría el p*rno vainilla, aunque claro, no es como si tuviera el valor para confesarle eso a alguien que tuviera el atrevimiento de hacerle esa pregunta. Este tipo de videos eran un arma de doble filo, si bien lo disfrutaba con gusto, al momento de finalizar el clímax un gran vacío aparecía en su pecho junto a un sentimiento que odiaba y que no podía hacer desaparecer, la soledad.

La verdad es que Kobeni se sentía sola, su familia la rechazó toda su vida, incluso estaba segura que fue desde el día en el que los médicos se la dieron en los brazos. Jamás comprendió por qué el trato hacia ella era tan distinto a la de sus otros hermanos. A pesar de ser la más joven de sus hermanas, a ella la obligaron a trabajar arriesgando su vida cada día para pagarle la universidad a su hermano. Kobeni también quería ir a la universidad.

En un momento llegó a pensar que, de todas formas, su trabajo no era tan malo, aunque todo eso cambió con los constantes peligros vividos, pero sobre todo, cuando las pocas personas a las que llegó a apreciar desaparecieron en un instante; Arai, la señorita Himeno, y la muerte que más le afectó... Galgali, le afectó tanto que finalmente decidió renunciar a su trabajo como cazadora de demonios.

Pero en ese momento no quería pensar en la soledad ni nada de eso. El estrés del trabajo, el cansancio del viaje de ida y vuelta del trabajo, las interacciones de burla por parte de sus compañeros, las constantes amenazas de su jefe, todo se fue acumulando poco a poco como una gran bola de nieve que finalmente cayó de la montaña una vez encendió el televisor.

La escena pronto escaló de nivel, Kobeni no tuvo más remedio que dejar sus pantalones en el suelo a un lado de la cama. Dando un breve vistazo a Yuki se aseguró de que estuviera dormido y se bajó la ropa interior colgándola en uno de sus tobillos.

Los dedos de Kobeni rozaron su muslo con delicadeza y trazaron su piel lentamente hacia arriba, su mano llegó a su vientre, y con astucia, presionó la palma contra su sexo desnudo. Con los ojos todavía fijos en la pantalla, observó a la pareja manteniendo relaciones en el video grabado para su placer visual. La mujer le estaba haciendo el amor al hombre debajo de ella en una vaquera inversa frente a la cámara para que el espectador pudiera ver en primera persona como sus senos rebotaban de arriba abajo mientras el eje del hombre se deslizaba dentro y fuera de su flor.

Kobeni enterró un dedo hasta los nudillos en su goteantecuevita de amor, reprimiendo un gemido en voz baja para evitar despertar a Yuki. Con la mejilla apoyada contra la almohada, los ojos se le vidriaron por la excitación y la baba se le derramó por la comisura de los labios mientras se masturbaba furiosamente. Su otra mano fue salvajemente debajo de la blusa para frotar su pecho, al principio en círculos lentos, pero a medida que movía el dedo a más velocidad y su necesidad crecía, apretó la suave carne de sus senos y se centró en el pequeño botón endurecido. Kobeni comenzó a pellizcarlo, temblando suavemente mientras su pálida piel temblaba suavemente en respuesta.

Házmelo aquí~. —La mujer apenas había terminado de pronunciar esa súplica exhalada cuando él la agarró por las caderas, aplicando demasiada fuerza aunque a ella no pareció importarle.

Luego la levantó con firmeza y mientras la mujer se aferraba a su cuello, terminó descendiendo sobre su erección. Ella gimió largamente contra sus labios, aferrándose a su cuerpo con brazos y piernas mientras buscaba estabilidad. Él gruñó contra su boca en esa posición. Una sonrisa adornaba el rostro de ella trataba de regular la respiración. Sin quitarse los ojos de encima en ningún momento, él comenzó a moverse de nuevo.

Con cada embestida, la agudeza y musicalidad de los gemidos contrastaron resonantes en la habitación. Cada movimiento era preciso y contundente, logrando sacarle más volumen a esa mujer mientras la inercia de las arremetidas hacía bailar su cuerpo.

¡Amor!—exclamó ella, tratando de perseguir el perseguir org*smo—.¡No pares!

El hombre no necesitó que la mujer le diera esa orden para seguir embistiendo dentro de ella en lo que la sujetaba por los muslos. En un momento, las piernas de la mujer le retuvieron la cintura con fuerza, el hormigueo en su abdomen se estaba haciendo más fuerte. Sus extremidades de aferraron a él de forma testaruda. Y así, con sus propios ruidos tratando de eclipsarse mutuamente, juntos montaron su org*smo.

Ahh~❤️—Kobeni gimió, apenas conteniéndose cuando el sonido fue lo suficientemente fuerte como para romper el momento. ¿Había estado gimiendo tan alto todo este tiempo? Los ojos de Kobeni se abrieron en una repentina y ansiosa oleada.

Quería mirar, darse la vuelta y asegurarse de que Yuki no la hubiera oído, ¡pero estaba tan cerca! Podía sentir ese calor brotando profundamente en su núcleo, esa represa tensa desesperada por estallar. Sus caderas siguieron moviéndose, moliendo y acompañando la danza de sus dedos que ahora eran dos en su interior mientras frotaban cada punto sensible dentro de su vagin* y...

»¡Oh~♡ por favor! —Kobeni reprimió el ruido lo mejor que pudo, forzándolo a convertirse en un pequeño gemido que apenas escapó de sus labios, pero no estaba segura de poder mantenerlo. Su mano dejó su pezón adolorido y subió hasta su garganta envolviendo su cuello en un agarre firme. Sus caderas se balancearon cada vez con más intensidad de manera involuntaria mientras prácticamente se follaba con los dedos.

»¡Mierda~❤! —Kobeni gritó, y echó la cabeza hacía atrás cuando la oleada de placer la invadió. Sus ojos cafés se pusieron aún más vidriosos e Intentó quedarse callada, trató cerrar la boca con fuerza, pero fue demasiado intenso. Sus muslos temblaron ante el éxtasis eléctrico que recorrió su cuerpo, cada intento de reprimirlo sólo parecía hacerlo más fuerte. Todo su esfuerzo por guardar silencio sólo logró convertir el grito de placer en un chillido estrangulado antes de que sus piernas finalmente cedieran de cansancio.

Con el cuerpo sudado se acostó encima de las sábanas, jadeando mientras bajaba de los abrumadores momentos de su org*smo. Los pensamientos que pasaban por su mente eran distantes y borrosos. ¿Alguna vez conocería a alguien con quien podría compartir este momento? La pregunta desapareció tan rápido como había aparecido.

—Miaaau... —Bostezó el gato a su lado.

—Lo siento, ¿te desperté? —le preguntó con un notable rastro de agotamiento en la voz.

Yuki la contempló unos segundos y simplemente volvió a acurrucarse más cerca de ella listo para volver a dormir. Kobeni sonrió y mientras acariciaba al felino, observó el techo repleto de humedad.

—Debería volver a bañarme, mañana tengo que ir al trabajo temprano, apenas tendré tiempo de desayunar —declaró bostezando antes de que sus parpados se volvieran pesado—. Tal vez desayune en la ducha... —dijo cerrando los ojos con el corazón en calma.

Fin del Capítulo 1.

Ya se lo dije... ¡Yo no estoy en el menú! | CSM | Kobeni Higashiyama x Lector - BajoZero (2024)

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